El moderno Prometeo
No he visto y no creo que exista una adaptación al cine (o teatro)
justa para Frankenstein de Mary Shelley. Novela gótica que te inquieta cuando
comprendes que el verdadero terror es el miedo al rechazo humano. Olvidaos de rayos, mayordomos jorobados o
criaturas descerebradas. La criatura (nunca recibe nombre en la obra) es un
paradigma de inteligencia que nos deleita con este íntimo soliloquio al final
de la obra.

No tema, no volveré a cometer más crímenes. Mi tarea casi ha concluido.
No se necesita su muerte ni la de ningún otro hombre para consumar el drama de
mi vida, y cumplir aquello que debe cumplirse; sólo se requiere la mía. No
piense que tardaré en llevar a cabo el sacrificio. Me alejaré de su bajel en la
balsa que me trajo hasta é1 y buscaré el punto más alejado y septentrional del
hemisferio; haré una pira funeraria, donde reduciré a cenizas este cuerpo
miserable, para que mis restos no le sugieran a algún curioso y desgraciado infeliz
la idea de crear un ser semejante a mí. Moriré. Dejaré de padecer la angustia que
ahora me consume, y de ser la presa de sentimientos insatisfechos e
insaciables. Ha muerto aquel que me creó; y, cuando yo deje de existir, el recuerdo
de ambos desaparecerá pronto. Jamás volveré a ver el sol, ni las estrellas, ni
a sentir el viento acariciarme las mejillas. Desaparecerán la luz, las sensaciones,
los sentimientos; y entonces encontraré la felicidad.
Pero pronto exclamó, con solemne y triste entusiasmo–– moriré, y lo que
ahora siento ya no durará mucho. Pronto cesará este fuego abrasador. Subiré triunfante
a mi pira funeraria, y exultaré de júbilo en la agonía de las llamas. Se
apagará el reflejo del fuego, y el viento esparcirá mis cenizas por el mar.
Mi espíritu descansará en paz; o, si es que puede seguir pensando, no
lo hará de esta manera. Adiós.
Victor Frankenstein es el moderno Prometeo. Aquel que cree que puede desafiar a los dioses (o a Dios) con impunidad. Cegados por la ambición son víctimas de sus propias pretensiones.
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